La confianza en uno mismo


Confía en tí

La confianza en uno mismo. Ralph Waldo Emerson, 1.841.

La confianza en uno mismo es uno de los ensayos más emblemáticos de Emerson, uno de los padres fundadores de la literatura norteamericana. Es una llamada a lo esencial de nosotros mismos como propuesta vital, que encarna y resume lo mejor de la filosofía de Emerson: su inconformismo, su vitalismo, su fe en el individuo y en la intuición como fuente de sabiduría. Con estos mimbres, Emerson propone algunos de sus conceptos fundamentales: el hombre debe obedecer la ley sagrada de su propia naturaleza para alcanzar su potencial; el hombre es infinito; para realizar lo divino que hay en él, el hombre debe desprenderse de todos los dogmas y tradiciones que su intuición y su criterio rechacen y aventurarse a confiar en sí mismo. La confianza en uno mismo como fuente de una ética insobornable, fuente de integridad, de carácter y de ideales.
Un pequeño ensayo imprescindible, ejemplo de humanismo y de fe impenitente en el ser humano.

Mi opinión:

Este libro contiene perlas de sabiduría y otras cuestiones en las que se puede estar en más o en menos de acuerdo, pero que no dejan indiferente al lector y nos invita a la reflexión del mundo que nos rodea a través de nuestra propia interiorización, la individualidad. Nos dice que la única verdad que tenemos es la intuición del propio camino, que no coincide con el social, pero sí con una verdad Universal.

Estas son las frases que más me han gustado:


Página 8 | posición 121-122


Pero haz tu trabajo, y te conoceré. Haz tu obra, y te afirmarás a ti mismo. 

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Página 11 | posición 162-163 |


Mi libro tendrá el aroma de los pinos y en él resonará el zumbido de los insectos.


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Página 13 | posición 197-200 |


Pero el hombre de la calle, al no encontrar en sí mismo un mérito que corresponda a la fuerza que construyó una torre o que esculpió un dios de mármol, se siente desvalido cuando admira estas proezas. Un palacio, una estatua o un libro portentoso se le antojan como objetos ajenos y prohibitivos, semejantes a un alegre cabriolé, y que parecen interpelarle diciendo: «¿Quién es usted, señor?».


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Página 14 | posición 202-206 |


Esa fábula popular del tonto a quien recogen en la calle borracho como una cuba, lo llevan al palacio del duque, lo lavan y acuestan en el lecho del noble, y, cuando se despierta, es atendido con la misma obsequiosa ceremonia que si se tratase del duque, asegurándole que había perdido el juicio, debe su popularidad al hecho de que simboliza perfectamente el estado del hombre que, estando en el mundo como una especie de necio, despierta de cuando en cuando, ejercita su razón, y se descubre a sí mismo como un genuino príncipe.


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Página 17 | posición 248-251 |


El hombre es pusilánime y proclive a las disculpas. Como le falta firmeza para atreverse a decir «yo pienso», «yo soy», cita a cualquier santo o sabio. Se avergüenza ante la brizna de hierba o el esplendor de la rosa. Las rosas que crecen bajo mi ventana no son indicio de rosas previas ni mejores: son lo que son; existen con Dios, aquí y ahora. Para ellas no hay tiempo. La rosa es simplemente perfecta; perfecta en cualquier momento de su existencia.


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Página 17 | posición 253-255 |


El hombre, empero, pospone o recuerda; no vive en el presente, sino que, girando sus ojos al pasado, se lamenta, o haciendo caso omiso de las riquezas que tiene a su alrededor, se pone de puntillas para atisbar el futuro. No podrá ser feliz ni fuerte a menos que él también viva con la naturaleza en el presente, por encima del tiempo.

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Página 17 | posición 261-262 |

Si vivimos con autenticidad, comprenderemos con autenticidad. Es tan fácil para el fuerte ser fuerte, como para el débil ser débil.

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Página 20 | posición 292-295 |

Así pues, todo es concentración. No divaguemos, sentémonos en casa con la causa. Acallemos la impertinente algarabía de hombres, libros e instituciones y asombrémoslos mediante una sencilla declaración de la constatación divina. Pidámosles a esos intrusos que se quiten los zapatos porque Dios está aquí dentro. Dejemos que nuestra sencillez les juzgue, que nuestra docilidad a nuestra propia ley les demuestre cuán escasos son los bienes de la fortuna al lado de nuestras riquezas innatas.

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Página 20 | posición 296-297 |

Pero por ahora no somos más que populacho. El hombre no se asombra de ser hombre, ni su espíritu le persuade para que se quede en casa y se ponga en contacto con su océano interno, sino que sale a la calle a mendigar un cuenco de agua del cántaro de otros hombres. Debemos caminar solos.

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Página 20 | posición 301-302 |

Pero tu aislamiento no ha de ser mecánico sino espiritual, esto es, ha de aspirar a la elevación.

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Página 27 | posición 413-415 |

Afirma tu personalidad, y no imites jamás. Siempre podrás presentar tu talento con la fuerza acumulada por la dedicación de toda una vida, pero sobre el talento que adoptes de otro sólo serás depositario a medias.

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Página 28 | posición 416-417 |

¿Dónde está el maestro que enseñó a Shakespeare? ¿Dónde el que enseñó a Franklin, a Washington, a Bacon, a Newton? Todo gran hombre es único.

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Página 28 | posición 418-418 |

Haz lo que te ha sido asignado, y no esperes demasiado ni te atrevas a demasiado.

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Página 28 | posición 424-427 |

Todos los seres humanos se jactan del mejoramiento de la sociedad, pero no hay ninguna mejora en el hombre. La sociedad no avanza nunca. Retrocede tan rápido por un lado como avanza por el otro. Experimenta cambios constantes; es materialista, civilizada, cristianizada, rica, científica; pero estos cambios no son mejoras. No te da nada sin llevarse algo a cambio. Se implantan nuevas técnicas y se pierden viejos instintos.

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Página 31 | posición 475-477 |

Quien sepa que el poder es innato, que su debilidad se debe a que lo ha buscado siempre fuera de sí mismo y en otras partes y, al darse cuenta de ello, se aferré sin vacilar a su pensamiento, se corregirá a sí mismo y, al punto, recuperará la posición erguida, el control de sus miembros y obrará milagros; así como también es más fuerte quien se apoya sobre sus pies que quien lo hace sobre su cabeza.

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Página 32 | posición 480-481 |

Si trabajas y prosperas según los dictados de tu Voluntad, encadenarás la rueda de la fortuna, y podrás quedarte tranquilo sin temer nada de sus rotaciones.

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Grabado de Ralph Waldo Emerson hacia 1878.

RALPH WALDO EMERSON (Boston, 1803 - Concord, 1882) fue uno de los primeros y más prominentes escritores de los Estados Unidos. Ensayista, poeta y filósofo, en su obra influyeron el racionalismo, el romanticismo y la filosofía oriental. Está considerado como uno de los fundadores de la literatura norteamericana. Líder del movimiento del trascendentalismo a principios del siglo XIX, sus enseñanzas contribuyeron al desarrollo del movimiento del «Nuevo Pensamiento», a mediados del siglo XIX.

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